La idea original nació en 1974, de clara inspiración gubernamental y con indudable significado práctico ya que entonces el mundo estaba inmerso en una crisis energética profunda (e indudablemente económica), que les obligaba a replantearse el uso indiscriminado del automóvil por el derroche de combustible que suponía y la dependencia que había del petróleo. Algo similar ocurre en la actualidad.
Ahora bien la idea original, como todas, ha ido evolucionando con el tiempo, y del marcado tinte económico inicial se pasó a darle el barniz ecologista a finales del siglo XX, ocasionado por otra crisis, en este caso la crisis ambiental, sobre todo atmosférica, en la que todavía seguimos hoy. La emisión de gases contaminantes, sobre todo CO2, derivados en la combustión de los combustibles fósiles, entre ellos las gasolinas y los gasóleos de automoción, han obligado en alguna ocasión a restringir el tráfico rodado en las ciudades, del que aproximadamente un 20 % corresponde al privado.
Si a lo anterior, además, se le añade la necesidad de incrementar la movilidad y de aliviar el denso tráfico urbano en muchos casos caótico debido a la mínima capacidad de absorción de las autovías frente al excesivo número de vehículos, entonces el cuadro estaría completo.
Sin embargo, el seguimiento, al menos estadístico, del comportamiento ciudadano en este señalado día parece dar resultados contradictorios. Valorado como positivo por casi un 80% de la población, después, únicamente lo llevan a la práctica entre un 12 y 18%. Bien podría decirse que hay un marcado desencanto en el ciudadano ante la iniciativa.
Encontrar las causas de este es difícil, aunque quizás esté relacionado con que se piense que la idea está tan desvirtuada que sirve únicamente a los intereses del político de turno y para que se haga la foto propagandística en bicicleta entre los aplausos del coro convocado al efecto, y hasta el año que viene que tengo prisa. Desde luego a esta especie es materialmente imposible encontrarlo en el transporte público cualquier día del año, aunque es más que seguro que tengas que dejar paso en la calle a su vehículo precedido por los motoristas de escolta y seguido por el séquito oficial, contaminado la atmósfera y generando ruido.
O quizás las causas del desencanto deban buscarse en que el ciudadano considere que las ventajas del uso indiscriminado del automóvil, entre las que se destacan habitualmente: la posibilidad de intercomunicación, la libertad de movimiento, (¿), o la reducción de los costes; le compensan sin considerar el atasco monumental en determinadas fechas y horas del día, la ficticia reducción de costes, únicamente posible con más de dos pasajeros por vehículo. La libertad no parece que tenga que ver con el vehículo aunque las empresas automovilistas en sus anuncios así lo manifiesten.
También es posible que piense que el evento es meramente una idea surgida del ecologismo radical más rancio, capaz de subyugar cualquier idea de progreso, y le automóvil lo es, en aras de una naturaleza para ellos ideal sin la mínima modificación.
En cualquier caso, el tema puede resultar polémico y aunque la opinión subjetiva que se manifiesta en Siringa es la de elegir libremente la opción de comportamiento más acorde con nuestra forma de pensar, bien podría ser esta una acción continua a lo largo del año, es decir, evitar el uso del coche la multitud de veces que no es absolutamente necesario, en vez de concentrar la acción única y exclusivamente en un día concreto como el que se celebra hoy.
(imagen: http://usuarios.lycos.es/pgamezh/fotos/640/urbana/Gran_Via.jpg)
2 comentarios:
Yo paso del día sin coches. No sé la causa de que otros conductores pasen también de ese día pero la mía está relacionada con los políticos a los que hace referencia el autor del artículo. Ellos no sólo van siempre en coches oficiales a lo oficial y a lo extraoficial sino que cuando es un pez gordo el que tiene que pasar por las calles de Madrid, si te descuidas te arrollan las motos, coches que les abren paso y cierran el cortejo, armando tal estrépito que a la contaminación propia de sus automóviles añaden mucha más contaminación acústica que cualquier ciudadano de a pie. y con un aire avasallador insoportable.
Así que, el día sin coches , que se lo coman con patatas , incluida la foto para sus admiradores, si tienen alguno. Yo por mi parte, es el día que saco el coche por la mañana y por la tarde. TÓMESE COMO PROTESTA O POR LLEVARLES LA CONTRARIA. Mañana volveré al metro que es espléndido en nuestra línea hacia Villaverde.
Nos sumamos a la causa de e,e,e. Es una idea para protestar contra estos impresentables el sacar precisamente el coche en este día. Lo haremos el año que viene. Mientras nos abstendremos en lo que podamos de usarlo.
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